Pensamiento ético y moral de Santo Tomás
La preocupación de Tomás por la Ética y la Moral le proviene no solo del hecho de ser sacerdote y, por lo mismo, ministro del sacramento de la penitencia y por sus ocupaciones como director espiritual y consejero de un sinnúmero de personas, especialmente de clase alta y gobernantes de su tiempo, sino también de su trabajo docente con los dominicos, de cuya formación estuvo encargado. La moral de su tiempo se caracterizaba por ser casuística, esto es basada en ciertas normas y reglas que se aplicaban de manera proporcionada a los pecados pero sin considerar las situaciones particulares de las personas y la complejidad de la conciencia humana. Tomás ve la necesidad de hacer una reflexión en torno a estos temas con el fin de mejorar la formación de los nuevos sacerdotes y así nos deja sus principales enseñanzas éticas y morales, las cuales podemos resumir así:
1) La Ética es una ciencia de tipo práctico y ayuda al hombre a encontrar la perfección y la felicidad. La voluntad tiende a la búsqueda del bien pero como hay distintas clases de bienes, el hombre debe discernir para escoger el que más le conviene. La ética, entonces interviene para ayudar al hombre a escoger lo que más le conviene; para ello se deben conocer las pasiones, se deben cultivar las virtudes y se debe combatir el vicio, con lo cual se obtendrá la felicidad que, mientras estemos en este mundo, es relativa y que solo tendrá sentido cuando estemos delante de Dios, en la eternidad.
2) Los actos que son objetos de la moral son los que el hombre realiza libremente, con pleno conocimiento y plena voluntad, o sea lo que antes hemos llamado “actos humanos”, los “actos del hombre” están excluidos de esta clase de juicios. Y dado que la voluntad busca por naturaleza el bien y la perfección, todo lo que ayude a conseguir estos bienes y todo lo que los entorpezca, es objeto de la moral y de la ética. En ese sentido, podemos decir que los actos del hombre son moralmente indiferentes, pero todos los actos humanos suponen bondad o maldad y, por lo mismo requieren de referentes éticos y morales.
3) La ética tomasina se halla totalmente influida por su condición cristiana, que hará que el concepto de felicidad se circunscriba a la beatitud, la cual implica, necesariamente, la búsqueda de la visión de Dios. Aunque una lectura contraria sería imposible, podríamos extraer enseñanzas de Tomás que nos ayuden a construir una ética no necesariamente referida a lo religioso.
4) Retomando a Aristóteles, Santo Tomás nos presenta las virtudes y los vicios como resultado de la continua repetición (hábitos), de actos buenos o malos, lo cual da como resultado la formación del carácter de la persona. La virtud, como decía Aristóteles, es la búsqueda del término medio. El hábito, formado por muchos actos, ayuda a conseguir el bien moral, conforme dice el Santo Filósofo: “Pues bien, es evidente que el principio activo, que es la razón, no puede dominar totalmente con un solo acto la potencia apetitiva, dado que la potencia apetitiva está diversamente abierta a diversas tendencias, en tanto que la razón juzga con un solo acto que algo ha de ser apetecido conforme a determinados motivos y circunstancias. Por lo que con eso no queda reducida totalmente la potencia apetitiva para que tienda a lo mismo en la mayoría de los casos, de modo natural, como se requiere para el hábito de virtud. Por consiguiente el hábito de virtud no puede ser engendrado por un solo acto, sino por muchos”[1].
5) El árbitro de los actos humanos y, por lo mismo de los hábitos, es la razón, la cual dirige todas las actividades del hombre hacia la búsqueda su fin último. Pero la razón como árbitro no puede actuar arbitrariamente, sino que debe buscar siempre el bien y debe evitar el mal. Es, por tanto, una razón bien informada la que define si una persona está actuando de manera ética y moral o no. La ley natural que, por ser obra de Dios, es perfecta y eterna, está inscrita en el corazón de los hombres y los ayuda a obrar según la voluntad de Dios.
6) La ley moral natural se basa en la idea de que el ser humano tiende a conservar su existencia y, por lo mismo, es deber moral conservar la vida; igualmente, tiene una tendencia animal a procrear, lo que convierte en deber la procreación y el cuidado de los hijos; y en tanto que tiene uso de la palabra y es un ser racional, debe buscar la verdad y la justicia. Serán propiedades de esa ley natural: que es evidente, universal e inmutable.
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